Entrevista a Bruce Percy
Entrevista realizada por Federico García Maroto, publicada en el nº7 de la revista.
© Bruce Percy
En esta ocasión tenemos el placer de contar con la colaboración de Bruce Percy, uno de los fotógrafos de paisaje actuales más reconocibles en cuanto a su estilo. En primer lugar, queremos agradecer a Bruce su gran amabilidad al concedernos esta entrevista ¿Puedes contarnos brevemente cómo comenzaste en el mundo de la fotografía?
Hay en realidad dos momentos en los que puede decirse que comencé. La primera vez, como amateur casual, cuando tenía unos veintidós años. Un amigo de la escuela vino a mostrarme su Pentax ME Super (esto ocurría sobre 1987) y él fue quien consiguió interesarme en los libros de Ansel Adams que ojeaba en la biblioteca de la Universidad. Por la misma época me crucé en un quiosco de prensa con una revista en blanco y negro que tenía en su portada la imagen más atractiva que había visto nunca: una fotografía en B&N de Michael Kenna. Eso me atrapó y, desde ese momento, supe que me interesaban mucho más las imágenes con una cierta atmósfera y que evocaban algún tipo de ambiente fuera de lo ordinario. Tengo que decir que no soy amigo de fotografiar con la mera finalidad de documentar.
Pero esto fue en realidad un interés esporádico, y tampoco era demasiado bueno en ello. Conseguía una imagen de la que me sentía orgulloso cada varios años, pero la mayor parte de mi trabajo eran fracasos más que éxitos. Entonces, alrededor del año 2000, me interesé en la fotografía analógica, lo que en realidad coincidió con cuando empecé a viajar. Mi primer viaje al extranjero fue a Australia, y volví a casa con una renovada pasión por la fotografía de paisaje y, desde ese momento, las cosas simplemente se sucedieron.
Has hablado a veces de tu práctica, durante la juventud, de otras disciplinas artísticas como la pintura o la música y, sin embargo, tu actividad profesional hasta el año 2008 estuvo ligada al mundo de la informática ¿Qué fue lo que motivó tu paso a la fotografía profesional?
La crisis económica de 2008 desencadenó la terminación inevitable de mi carrera como informático. No es lo que hubiese pretendido. Había estado pensando durante algún tiempo sobre la posibilidad de organizar tours fotográficos, y tenía un plan para dejar eventualmente mi trabajo. Pero no pensaba llevarlo a cabo tan pronto. Intenté encontrar otro trabajo en la informática, pero la puerta estaba firmemente cerrada. Al mismo tiempo, había estado experimentando en la organización de workshops fotográficos durante mi tiempo libre, y me percaté de que había una demanda en lo que estaba haciendo. Hay que tener en cuenta que, en esa época, no existían tantos fotógrafos como ahora realizando giras o workshops. Así fue como llegué, creo que demasiado pronto, a esta faceta profesional. Después de un año de búsqueda infructuosa, tratando de reiniciar mi carrera informática, mi plan a largo plazo de construir una empresa dedicada a los workshops fotográficos cambió desde cinco años a seis meses. A finales de 2009 ya me dedicaba a tiempo completo a la realización de viajes y workshops, y desde entonces nunca he mirado atrás. Parece que, a veces, los malos acontecimientos pueden actuar como grandes catalizadores.
Para aquellos que han seguido tu trabajo desde el comienzo – aún recuerdo algunas de tus imágenes de 2008 – resulta evidente una evolución en tu fotografía hacia una mayor simplicidad y abstracción, así como hacia una mayor atención a las relaciones tonales frente a la composición ¿Podrías explicarnos qué es lo que ha impulsado esta evolución?
Simplemente el flujo creativo. Viendo hacia dónde te lleva tu creatividad, y concediéndose a uno mismo permiso para experimentar. Eso es todo lo que he hecho. No tiene sentido tener un plan ya que la creatividad es el arte de la experimentación, y de ver qué ocurre cuando haces algo. Esa es la razón por la que, bajo mi punto de vista, el fracaso artístico no existe. Las fotos malas son tan importantes como las fotos buenas. Todo es en realidad un peldaño intermedio hacia la siguiente cosa que hacemos. Permitirnos a nosotros mismos cometer errores es importante. Por ejemplo, si nunca cometes errores, entonces por definición, no estás experimentando. Porque experimentar implica no conocer cuál será el resultado. Por eso, darnos permiso para cometer errores es importante. Mantiene la frescura de las cosas y nos permite descubrir quienes somos.
Cuando vuelvo atrás y reviso mi trabajo anterior, ciertamente es diferente de lo que estoy haciendo ahora, pero todavía hay una parte de él que es fundamentalmente “yo”. En otras palabras, hay pistas en nuestro trabajo anterior sobre hacia donde nos dirigimos. Creo que se pueden ver rastros de quien soy ahora en mi trabajo anterior. Pero, en definitiva, no pienso demasiado en esas cosas. No puedes hacerlo. Uno tan solo tiene que responder, reaccionar, y tomar nota de los cambios.
Hay lugares, aparentemente muy dispares, como Hokkaido, las Highlands de Islandia o el Altiplano de Bolivia, a los que sueles volver con frecuencia ¿Qué tienen en común y qué es lo que te empuja a revisitar estos lugares?
Los paisajes que elegimos fotografiar, o bien nos ayudan a desarrollarnos como fotógrafos o, por el contrario, bloquean nuestro desarrollo. Encuentra un paisaje que parezca proporcionarte algo que te permita crecer, y entonces vuelve repetidamente. Sin embargo, muchos fotógrafos simplemente coleccionan nuevos lugares cada año para ir y fotografiar, por lo que algunos de esos sitios acaban siendo en realidad demasiado complejos para su habilidad actual, o simplemente no se ajustan a sus preferencias estéticas.
Nunca planeé ser un “minimalista”, como se me suele denominar. De hecho, no me considero un “minimalista”. No me gustan las etiquetas en absoluto, simplemente me considero una “persona creativa”. Pero reconozco que cuando visité Bolivia en 2009, esto pareció proporcionarme un fuerte direccionamiento, y me di cuenta de que mi trabajo comenzó a ser más simplista, más “mínimo”. Bolivia me enseño mucho sobre el espacio y los graduales cambios tonales.
Pero he encontrado que cada paisaje con el que acabo teniendo una larga relación es a menudo un peldaño intermedio. Me explico: no podría haber fotografiado Hokkaido sin haber ido antes a Bolivia. Bolivia comenzó mi viaje en la simplificación y estableció la base del trabajo. Sin ello habría estado perdido en Hokkaido, o perdido en las highlands centrales de Islandia.
Por eso a menudo cuento a los fotógrafos que los paisajes son muy importantes en nuestro desarrollo. Encuentra el paisaje correcto en el momento preciso de tu desarrollo y crecerás como fotógrafo. Trabaja con el paisaje equivocado – tal vez algo que es demasiado avanzado, demasiado pronto, y te encontrarás bloqueado. Creo que soy bueno en afinar en lo que funciona para mí, y en lo que no, y qué lugares tienen más para mostrarme y enseñarme.
¿Ha habido paisajes que te han gustado pero te han resultado difíciles o no has podido fotografiar?
Muchos. Soy extremadamente selectivo y también creo en mis instintos. Creo que es mejor no obtener la imagen, y tener que continuar adelante, que forzarme a mí mismo a trabajar en algo que no me encaja. He estado también en muchos lugares que he fotografiado, pero no ha salido nada de ese trabajo. O bien no me gustaba lo que había fotografiado, o tenía la sensación de que no había podido comprender el lugar. Solo publico aquello con lo que estoy realmente satisfecho.
Has dicho alguna vez que aprendiste de Michael Kenna que no hay nada malo en editar tus imágenes. ¿Qué importancia tiene para ti el trabajo en el cuarto oscuro digital y qué es lo que pretendes cuando procesas una imagen?
La manipulación de la imagen ha sido siempre una parte esencial de la fotografía desde el comienzo de su historia. Por alguna razón, hace varias décadas, la gente se olvidó de que el cuarto oscuro ha sido siempre un lugar creativo donde muchos fotógrafos modificarían su trabajo. Estamos acostumbrados a ver páginas web donde el fotógrafo proclama “sin colores artificiales ni edición”, pero para mí es algo sin sentido. Las cámaras no ven de la manera en que lo hacemos nosotros, y no pueden capturar lo que ven nuestros ojos, ni mucho menos transmitir lo que pretendemos. La manipulación es parte del proceso creativo para mí. Dedico el 150% de mi esfuerzo en el paisaje obteniendo la mejor imagen que puedo, y dedico el 150% de mi esfuerzo in el cuarto oscuro digital siendo tan creativo como puedo. No considero la edición de la imagen como un proceso de corrección y, personalmente, no me gusta el término “procesamiento”, porque hace que un aspecto creativo de la fotografía suene como un proceso. La edición es altamente creativa y a menudo me paso horas jugando con mis imágenes. Pero solo trabajo sobre las imágenes que me inspiran. Como digo, no trato de corregir o solucionar ningún problema de la imagen, sólo trato de transmitir mi propia estética creativa.
Hay determinados aspectos en la forma de fotografiar que compartes con Paul Wakefield, como el gusto por las condiciones de luz escasa y bajo contraste, la apreciación de variaciones tonales sutiles, o la búsqueda de una atmósfera especial. Al margen de estas preferencias, ¿crees que existe una conexión más profunda entre tu trabajo y el de Paul en cuanto a la forma de entender la fotografía de paisaje?
Desde luego, llevo siguiendo el trabajo de Paul desde hace más de veinte años. Oí hablar de él alrededor de 2003. Fue sólo al comprar su libro “The landscape” cuando me di cuenta de que habíamos visitado a menudo los mismos lugares, y que había una cierta similitud entre mi trabajo y el suyo. No creo que fuese idéntico, pero me percaté de que había tenido una mayor influencia de lo que pensaba. Paul es un maestro de las formas gráficas en un paisaje donde uno no vería las conexiones. Sus imágenes son más complejas que las mías, pero él es capaz de extraer la esencia o la simplicidad a partir de una escena compleja. También prefiere dominantes de color frías y escenas oscuras en su trabajo. Yo solía estar bastante identificado con ese estilo, pero creo que ahora he evolucionado hacia hacer algo más personal.
Al comienzo de tu carrera trabajaste con diferentes formatos de imagen, aunque a partir de cierto momento, cuando adquieres una Hasselblad 500CM, te centras exclusivamente en el formato cuadrado ¿Qué es lo que encuentras en ese formato particular?
Una amiga canadiense de Ontario me comentó que tenía esa vieja Hasselblad en su armario, y que quería deshacerse de ella. Así que me la vendió por muy poco dinero. Siempre había querido tener una, simplemente porque sabía que la usaba Michael Kenna. Durante los primeros diez años de mi fotografía había fotografiado exclusivamente en 6:7 con una Mamiya 7. Es una cámara que todavía me gusta, y creo que los formatos 6:7 y 5:4 son mucho mejores que el 3:2, una ratio dentro de la que creo es más difícil componer. Cuando adquirí la Hasselblad no estaba muy seguro con ella porque yo solía fotografiar paisaje sobre todo en formato vertical. La transición se ha ido producido con el tiempo, y creo que hay algunas razones por las que me he quedado con el formato cuadrado. En primer lugar no mucha gente trabajan en ese formato, lo que me ha ayudado a distinguirme del resto. Pero además creo que también el formato cuadrado funciona para casi cualquier cosa que fotografías, y es fácil de colocar el trabajo cuando no tienes que preocuparte por la orientación. Pero sobre todo, creo que proporciona consistencia a mi trabajo.
Una vez que eliges una localización concreta: ¿Trabajas de acuerdo con una planificación, buscando escenas que previamente has imaginado?, o por el contrario, ¿se trata más bien de aprovechar lo que encuentras?
Como dijo Michael Kenna una vez: todas las condiciones son perfectas. En otras palabras, mejor ir allí sin planificar nada. Planificar no ayuda. Si no sabes qué es lo que te va a gustar hasta que lo veas, ¿para qué poner restricciones a uno mismo? También estoy de acuerdo con Michael en que la pre-visualización es similar a un resfriado creativo. Yo no pre-visualizo nada. El paisaje no sabe qué es lo que estoy buscando, así que no tiene sentido esperar algo del paisaje. Es mejor para mí simplemente ir y ver qué es lo que me ofrece. A menudo he creído que demasiada gente pone expectativas sobre el paisaje, en cuanto a que éste les de lo que quieren. La habilidad consiste en ser capaces de ver algo donde los demás no ven nada.
Desde el año 2016 has estado visitando Islandia cada año para fotografiar la región de Fjallabak y Veiðivötn en las tierras altas. ¿Cómo fue el proceso hasta decidir que tus fotografías estaban listas para ser publicadas en Hálendi, tu último libro?
Sabía que el trabajo acabaría siendo publicado en algún momento en un libro, aunque no sabía cuándo. Creo que es simplemente inevitable que, a medida que se profundiza en la relación con un paisaje, uno encuentre que lo conoce tan bien que el material que ha reunido sea suficiente para transmitir a otros lo que se experimenta al estar allí. Hay ciertos aspectos del interior de Islandia que quería transmitir, pero no tenía imágenes sobre ello. Por ejemplo, la región del interior en invierno. Había tenido un breve encuentro con este paisaje y sabía que necesitaba volver. Siempre que me ha pasado esto, el proyecto del libro se extiende un año más hasta que obtengo las imágenes que necesito. A veces, como en el caso del libro Altiplano, me llevó ocho años completarlo, porque cada temporada que volvía se me presentaba algo que no había visto o no conocía, y eso significaba que necesitaba otro año más para volver y fotografiarlo.
En “Hálendi” has fotografiado el paisaje de Islandia de forma muy diferente a tu trabajo anterior “Iceland. A journal of nocturnes” ¿Se debe esto a un cambio en la forma de ver las cosas, o está más influenciado por las características particulares del paisaje de las highlands?
Simplemente buscaba cosas distintas. El primer libro salió en 2011, y por tanto incluía fotografías realizadas antes incluso de esa fecha. El último libro se publica en 2020, lo que significa un salto de nada menos que nueve años. Simplemente soy diferente. Busco diferentes cosas. Esa es una de las razones por las que fui al interior. Me había desarrollado a partir de las imágenes de la costa. Pero sé que no habría podido fotografiar Hálendi hace nueve años. Tenía menos experiencia, y no creo que entonces tuviese la estética necesaria para saber incluso cómo empezar el trabajo.
Hay dos partes diferenciadas en el libro. Una, “The black interior” representada por las oscuras planicies de arenas volcánicas, y otra, “The white interior”, con la nieve como elemento predominante donde los sujetos aparecen apenas esbozados. A la hora de utilizar los diferentes lienzos, blanco o negro ¿Con cuál de ellos te sientes más a gusto, o te ofrece mayores posibilidades artísticas?
Encuentro interesante que la mayoría de quienes compraron el libro prefieren las imágenes negras. Porque podría decirse que son más “tradicionales”, o fáciles de digerir. Las imágenes blancas por el contrario suponen un viaje al minimalismo abstracto, y un aprendizaje sobre cuán lejos puedo llegar en una imagen ¡donde no hay nada en absoluto! Así que para mi gusto, disfruto más con las fotografías blancas. Tengo la teoría de que independientemente de lo que crees como artista, si tienes una audiencia, ésta a menudo se sitúa un paso por detrás. Siempre siguiendo tu último movimiento y no por delante de ti. Por eso creo que las imágenes minimalistas blancas representan un punto de vista más cercano a donde estoy actualmente como artista, mientras que las imágenes negras son más “seguras” o “esperadas”, y forman parte de un estilo bien trazado con anterioridad.
Estás a punto de publicar un nuevo libro sobre tu trabajo en Hokkaido titulado “The Sound of Snow” ¿Puedes avanzarnos algo sobre lo que encontraremos en él?
Tengo un querido amigo que a menudo me dice: “Bruce, no importa donde vayas, siempre creas las mismas imágenes”. Sé que se refería a que no importa donde vaya las imágenes siempre parecen mías. Así que creo que encontrareis que el nuevo libro es una continuación de mi estilo. En este caso se trata fundamentalmente de un estudio sobre los árboles.
Flashes
¿Un lugar al que volver continuamente? Escocia, mi hogar.
¿Un pintor que llegue al corazón? Edward Hopper
¿Un libro inspirador? “At the loch of the green corrie” de Andrew Grieg
¿Una película favorita? Local Hero (Un tipo genial)